jueves, 9 de febrero de 2012

EL GALLEGO JUSTO

Día 31/01/2012
Recientemente, se presentaba con la habitual fanfarria el «Diccionario xurídico» gallego. Era la culminación de otro ambicioso proyecto normalizador de la conocida dupla Academia-Autonomía. Los primeros han desarrollado cursos bastantes acerca del tema; los segundos han valorado esos cursos hasta la injusticia en los concursos de méritos del funcionariado judicial.
El tema, además, se presta a una antigua demagogia. Para el galleguismo, es icónica la escena del pobre campesino humillado ante un juez que no le entiende. En la vida diaria nos da la impresión de que el paisano gallego siempre se ha sabido defender muy bien. El imaginario nacionalista prefiere presentarlo como un débil inepto que necesita ser rescatado por intelectuales salvapatrias.
Desde luego, la imagen del aldeano gallego afrontando una justicia ininteligible es ridícula por muchas razones. La justicia es un mundo de saberes cerrados y reglas tortuosas. Su vocabulario es propio y específico; sus conceptos, construcciones abstractas y definidas. De ahí que todos, ya sean campesinos iletrados, ya sean profesores letrados, necesitemos de mediadores —abogados— para tratar con ella. Es cierto que la lengua de la aldea está alejada de la justicia. Y aún más en los tiempos anteriores a que llegaran la escuela pública, la radio y la televisión. Pero esto le ocurría tanto a un aldeano de Lugo, como a uno de Badajoz, o de cualquier pueblo italiano o francés. Lo que convierte esta vieja demagogia en afrenta a Galicia es la peculiaridad de nuestro caso en lo que se refiere a la justicia. Y es que los gallegos hemos estado siempre muy sobrerrepresentados en los tribunales españoles.
El gran número de jueces gallegos ha dado lugar incluso a reflexiones sobre si hay algo en nosotros que nos hace ser tan apropiados para este oficio. Sea como fuere, los jueces en Galicia suelen ser gallegos. Y si no lo son, poco les cuesta —y les costaba— entender la lengua del paisano. Y sin embargo, nuestra administración de justicia gasta recursos y esfuerzos en «galleguizarla». Dicen «recuperar» la lengua gallega para ella. No les crean. No hay léxico gallego que recuperar (hay algún documento medieval, pero es adaptación del Fuero Juzgo y las Partidas, escritos ya en romance casi castellano).
La justicia se ha hecho en esta lengua y por tanto, cuando los gallegos hablaban y discutían sobre ella, lo hacían en castellano. No ha habido ocasión ni razón para elaborar un vocabulario propio.
Por consiguiente, nadie está recuperando el gallego jurídico, sino inventándolo. Creándolo casi <CF2>ex nihilo</CF> en reuniones en Santiago (un equipo de cuatro lingüistas, decía la noticia).
¿Y para qué lo hacen? Para erigir fronteras donde antes no las había, para conseguir puntos que otros no pueden obtener, para cazar subvenciones. Algunos incluso no tienen más razón que la simple y crédula estulticia. Lo único obvio es que, para las personas que impulsan este «gallego jurídico», la justicia resulta algo secundario.
Suma y sigue. Vivamos como galegos !!.

domingo, 5 de febrero de 2012

DESMONTANDO LOS DOGMAS NACIONALISTAS.

Fuente: lavozdebarcelona.com

El escritor cántabro Jesús Laínz analiza y desactiva los principales argumentos lingüísticos de la ‘fe nacionalista’ durante la presentación de su libro ‘Desde Santurce a Bizancio. El poder nacionalizador de la palabra’.


Alejandro Tercero
Viernes, 3 de febrero de 2012 | 15:11
Cataluña es una nación, como lo demuestra, sobre todo, la lengua; dicha lengua, es la lengua propia de Cataluña; también se habla otra, el castellano, pero solo por imposición; la Renaixença consiguió reavivar la lengua catalana que, posteriormente, se depuró y fijó bajo la dirección de Pompeu Fabra; durante el franquismo hubo un genocidio lingüístico contra el catalán; y para contrarrestar ese genocidio, no nos queda más remedio que hacer la actual inmersión lingüística.
Estos son los seis dogmas de fe nacionalistas que el escritor Jesús Laínz (Santander, 1965) ha desarmado este jueves en una amena conferencia organizada por Convivencia Cívica Cataluña en el Hotel Catalonia Plaza Cataluña de Barcelona, donde ha presentado su libro Desde Santurce a Bizancio. El poder nacionalizador de la palabra.


El diputado autonómico de Ciudadanos Jordi Cañas; el escritor Jesús Laínz; el presidente de Convivencia Cívica Catalana, Francisco Caja; y el profesor universitario Pedro Antonio Heras, durante el acto de este jueves (foto: JSM).
¿Una lengua, una nación?
Para rebatir el primero de los dogmas (“una lengua es igual a una nación”), Laínz ha propuesto un simple ejercicio: observar a nuestro entorno. “¿Cuántos países de la Unión Europea son monolingües?”, se ha preguntado, y él mismo ha respondido: solo Islandia, todos los demás tienen multitud de lenguas. Solo en el caso de Francia, se puede comprobar que se habla catalán, vasco, corso, italiano, provenzal, alsaciano, alemán y bretón, entre otros, sin contar los dialectos. Una situación que se repite en el resto de países europeos. Además, ha continuado, “si una lengua es igual a una nación, y en la ONU hay representadas 198 naciones y en el mundo hay tres mil lenguas, o en la ONU faltan naciones o en el mundo sobran lenguas”.
Respecto al segundo planteamiento, el escritor se ha interpelado: “¿Qué significa eso de que el catalán es la lengua propia de Cataluña, como dice el Estatuto? ¿Que es la autóctona, como la vegetación; la geológica, que emana de la tierra; la telúrica, que se filtra como los vapores de los volcanes; o la esotérica, que hablan las setas o las piedras?”. Y ha llegado a la conclusión de que “se quiso decir” que es la lengua de los catalanes.

¿Entonces?, ha continuado, veamos qué hablan los catalanes, y en este caso se puede comprobar que, de forma muy mayoritaria, los catalanes hablan dos lenguas. Sin embargo, si utilizamos el criterio del uso, casi la mitad de la población habla habitualmente en catalán, mientras que algo más de la mitad lo hace en español, que además es lengua materna de más del 60% de los catalanes. Ante esto, los nacionalistas argumentan: “Es que el catalán es la lengua que estaba aquí, mientras que el castellano es la lengua que se nos impuso desde fuera”. “Pero si la clave es la precedencia temporal, el latín estaba antes que el catalán, por lo que esta es la que debería ser la lengua propia de los catalanes, impuesta a sangre y fuego por los romanos; y si vamos un poco más atrás, sería la lengua de los layetanos y otros pueblos ibéricos”, ha concluido irónicamente Laínz para desmontar este argumento por reducción al absurdo.
La supuesta imposición secular del español
El escritor también ha rechazado la tesis de “la imposición” del castellano en Cataluña a lo largo de la historia. “La lengua castellana es la lengua franca de todos los reinos de la penínsual ibérica desde la Edad Media”, ha señalado, y ha recordado que muchos de los reyes utilzaban esta lengua para redactar la mayor parte sus leyes y documentos, desde Alfonso X el Sabio, hasta Jaime I el Conquistador, o su padre, Pedro II, entre otros ejemplos. “Y esto pasaba en el siglo XIII, un poco antes de Franco y de Felipe V”, ha apostillado.

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Yo le aplicaría lo siguiente: "donde dice Catalán, dígase Gallego, donde dice Cataluña dígase Galicia".
Según iba leyendo el artículo, hacía el mismo ejercicio mental y no he encontrado ninguna divergencia.